“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”, decía Virginia Woolf. Es una frase a la que regreso a menudo, porque Una habitación propia es uno de esos libros en los que el paso de los años te permite conocer la dimensión real de cada frase. En la primera lectura pasas de puntillas por algunas de ellas. Vives. Tienes experiencias. Vuelves a leerlo. Y te sorprendes cuando compruebas que lo que has vivido en esa nueva etapa, ella ya lo había dejado ahí escrito.